lunes, 26 de marzo de 2012

Estoy mal a pesar del rock. (Parte I)


Parecería que las personas normales, como nosotros, cambiaríamos la forma de percibir nuestras miserias si fuéramos estrellas de rock. Tendríamos reconocimiento en lo que hacemos, no tendríamos problemas para conseguir novios o novias, tendríamos plata, amigos, casas, autos, haríamos lo que querríamos. Sería lo máximo.

Lamentablemente (o por suerte, no me queda claro) el ser humano parece ser bastante más complicado que eso. Creo que todo está fuertemente relacionado con la teoría de la relatividad. Lo genial de ser una estrella de rock se diluye ante el hecho de ser una estrella de rock. Es exactamente ahí cuando aparece lo no genial de ser una estrella de rock: relaciones efímeras, tener que hacer lo que dice el contrato discográfico que firmé y, por sobre todo las cosas, un hecho patente: aunque la persona se vista de rocker, persona se queda.

Me di cuenta de esto una vez que estuve leyendo un librillo con una entrevista de un Hare Krishna a George Harrison, sobre su experiencia en dicho movimiento espiritual. En esta entrevista George dijo:

No fue sino hasta que la experiencia de los años sesenta de hecho ocurrió. Tu sabes, el haber tenido éxito y haber conocido a todo aquel a quien creíamos que valía la pena conocer... y descubrir que no valía la pena, y el haber hecho más discos con éxito que todos los demás y el haber triunfado más que todos los demás. Era como llegar a la cima de una pared y luego mirar hacia el otro lado y ver que hay muchísimo más. Así que sentí que era parte de mi deber decir: “Ah, muy bien, quizás estás creyendo que esto es todo lo que necesitas – ser rico y famoso -, pero en realidad no es así”

Parecería que la frase Todo lo que necesitas es amor es lo más coherente que hemos escuchado en una canción, cuando se trata de lo que nos pasa cuando somos personas.

Hubo músicos que se deprimieron antes de ser famosos y siguieron deprimidos mientras fueron famosos. Hubo otros que se deprimieron cuando se les terminó la fama. Y hubo muchos otros que no se deprimieron nunca. Éstos no vienen al caso el día de hoy.

Empecemos con la super rebelde Janis Joplin. Su voz era inconfundible.   Sin embargo, ya desde el liceo, Janis era una marginada social, impopular, los padres querían que ella fuera maestra y ella no quería saber de nada, después dejó los estudios y se fue a cantar a San Francisco, donde le fue bastante bien, y empezó a tomar mucho y a usar droguitas. Janis se sentía sola, insegura, y era poco capaz que mantener su vida estable. Pero bueno, después conoce a un flaco con el que se iba a casar, quería volver a estudiar y volver a ver a sus padres, pero al tiempo el flaco la dejó y ahí se descontroló del todo la cosa.


Janis con su Porche 356 C
descapotable con estilo
psicodélico.
A la par que crecía su fama, crecía su descontrol, pero no queda claro qué potenciaba qué. Parece que en una entrevista que le hicieron dijo que en los recitales era como que hacía el amor con un público de 25.000 personas, pero que se volvía a casa sola.

Una noche, una íntima amiga y el novio de Janis, le dijeron que la iban a pasar la noche con ella en el hotel donde se estaba quedando en Los Angeles, pero no fueron nada, se fueron de fiesta con otra gente y a Janis no le gustó nada eso. Se sintió muy abandonada. Dos días después de eso se murió de una sobredosis de heroína. 

Janis mostraba una personalidad que nada tenía que ver con su costado sentimentalmente desequilibrado. Janis quería casarse, quería tener hijos, quería un perro y esas cosas que parece todo el mundo querer. Por suerte un perro pudo tener.



Continuará.


Nota: Por si a alguien le interesa mucho más Janis Joplin, encontré este documental en inglés que está bastante bueno. Hay que verlo con tiempo. http://www.youtube.com/watch?v=4LUcSopSa4Y

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